Como mediadora he aprendido, que a veces lo que una persona necesita no es una persona que le hable, sino un corazón paciente que escuche.
Que mucho nos gusta hablar a algunos. Si, me incluyo. A mí me encanta hablar, creo que esa es una de las cualidades que me han ayudado a realizar procesos de mediación exitosos. Como mediadora siempre estoy pendiente de que los participantes dialoguen, expresen lo que sienten y que se comuniquen según las reglas establecidas. El silencio no es permitido en el proceso, yo diría que es el enemigo #1 de la mediación. La mediación fomenta la participación de las personas durante el proceso. Cuando llega un momento de silencio inmediatamente comienzo a formular preguntas de manera estratégica para motivar a los participantes a que hablen. Muchas veces el silencio es reflejo de duda, miedo, temor, indiferencia, orgullo, sentimiento, en fin, puedo decir que hay un sin número de razones por las que las personas pueden quedarse calladas en el proceso.
He visto y he experimentado lo necesario que es que las personas hablen, pero he aprendido que también es necesario que escuchen al otro y que aprendan la importancia de escuchar. Escuchar no es tan fácil cuando se es tan expresivo y comunicador, pero es una cualidad que se desarrolla a veces a la buena y otras veces porque trae beneficios. Cuando practicamos la escucha activa con personas que están atravesando o manejando situaciones difíciles, podemos ver una transformación física y emocional. Física, porque sus gestos y su rostro comienza a proyectarse diferente, en algunos casos se desata una sonrisa hasta una carcajada que llena la sala de mediación. La escucha activa tiene un efecto sanador. A veces los participantes llegan a la mediación precisamente por eso, porque no lo escuchan, porque no logran expresar lo que sienten, lo que les molesta, lo que les incomoda. La otra persona involucrada en el conflicto si solo habla, habla y habla, ¿que ustedes creen que sucede? El conflicto crece, y afecta a todos, pero cuando deciden escuchar todo cambia. Se comienza a ver alternativas para resolver, se comienza a aceptar las fallas, se pide disculpas si es necesario. Como mediadora comienzo a ver una actitud empática y asertiva.
Cuando se practica la escucha activa y se escucha con el corazón los resultados son positivos y duraderos. Muchas veces las personas te hablan, hablan y hablan porque te ven triste, aturdido, o porque están defendiendo un punto, o porque sencillamente hablan mucho. Esto no está del todo mal, pero entiendo que hay que comenzar a realizar un balance y dedicar un poco más de tiempo a escuchar y a escuchar sin ruidos en la cabeza, sin realizar análisis de lo que escuchan.
Cuando se escucha con el corazón, propiciamos una transformación emocional. Se observa todo con un foco diferente, las cosas se ven más claras, uno se siente más liviano, se siente un sentimiento de valor y reconocimiento. Una de las ventajas de la escucha activa es que el que es escuchado siente que valoran lo que dice, lo que siente, lo que expresa. Siente que es importante, ve como han detenido todo para prestarle toda la atención del mundo, para entenderlo, identificarse y para darle la oportunidad de presentar su punto de vista. Que les digo, sencillamente hay que escuchar con el corazón, les aseguro que se sorprenderán
de lo bien que se siente y de lo bien que harás sentir a los demás.
Dina Sánchez
Experta en Mediación